Un nuevo tablero para viejos desafíos
Durante mucho tiempo, el estudio del derecho ha sido sinónimo de largos textos, jurisprudencia compleja y un entrenamiento casi espartano. Sin embargo, en los últimos años, algunos espacios del ecosistema jurídico —en especial aquellos vinculados con la formación y la innovación— comenzaron a explorar nuevas formas de mantener el interés y potenciar habilidades específicas. Una de ellas es la gamificación.
Lejos de trivializar la materia, la gamificación consiste en la aplicación de dinámicas de juego en contextos no lúdicos con el objetivo de mejorar la motivación, la retención del conocimiento o la toma de decisiones estratégicas. En otras palabras, no se trata de "jugar por jugar", sino de diseñar experiencias que generen aprendizaje o impacto a través de mecanismos propios del juego: niveles, desafíos, recompensas, retroalimentación inmediata, entre otros.
En el derecho, esta tendencia puede observarse en diversas iniciativas: desde simuladores de juicios orales en las facultades, hasta plataformas que premian la resolución eficiente de conflictos o la correcta interpretación de normas complejas.
Entrenar sin darse cuenta
El atractivo principal de la gamificación radica en su capacidad de ofrecer un entorno seguro y estimulante para la práctica. Al eliminar temporalmente las consecuencias reales de una decisión jurídica mal tomada, los profesionales pueden ensayar, equivocarse, corregir y volver a intentar. Así, habilidades como la argumentación lógica, la evaluación de riesgos, la planificación estratégica o la toma de decisiones bajo presión pueden ser ejercitadas de forma mucho más dinámica.
Un ejemplo interesante lo encontramos en algunas plataformas digitales que, si bien no están diseñadas exclusivamente para abogados, proponen escenarios donde estas competencias se ponen a prueba. Juegos como Balloon Crash, disponible en https://ballooncrashgame3.com/spa/, presentan mecánicas donde el jugador debe decidir cuándo retirarse de una situación de riesgo creciente para maximizar su resultado. Aunque el entorno es lúdico, el razonamiento subyacente —evaluar contexto, medir riesgos, anticipar el desenlace— remite a lo que un abogado hace habitualmente al analizar un caso.
Por supuesto, no se trata de reemplazar el estudio sistemático del derecho con un juego online, pero sí de reconocer que incluso ciertas plataformas recreativas pueden estimular hábitos mentales que resultan útiles en el ejercicio profesional.
Una pausa no culpable
Otro aspecto en el que la gamificación puede beneficiar a los abogados es en la gestión del estrés y el bienestar psicológico. El mundo jurídico está asociado frecuentemente con niveles altos de presión, plazos estrictos y conflictos constantes. En ese contexto, encontrar espacios breves pero significativos de desconexión puede resultar clave.
Aquí, los juegos digitales —cuando están bien elegidos— ofrecen una válvula de escape que no necesariamente implique evasión superficial. Juegos de lógica, estrategia o análisis rápido pueden ofrecer una "pausa activa" donde el cerebro descansa de lo jurídico sin perder su entrenamiento. De hecho, varios estudios en neurociencia cognitiva han señalado que las pausas que involucran un cambio de foco atencional (por ejemplo, resolver un pequeño problema o enfrentar un microdesafío) pueden ser más efectivas que una pausa completamente pasiva.
Aplicaciones concretas en el ecosistema legal
Además de las experiencias individuales, la gamificación ha empezado a aplicarse en ámbitos institucionales. Algunas universidades han desarrollado competencias jurídicas virtuales gamificadas, donde los estudiantes reciben puntos por argumentar con claridad, identificar falencias normativas o refutar posturas contrarias. En el plano de la capacitación continua, ciertos estudios jurídicos incorporan módulos gamificados para que sus abogados junior practiquen habilidades como la negociación o la redacción eficiente de contratos.
Incluso algunas cortes y organismos públicos han experimentado con simuladores para capacitar a sus funcionarios, especialmente en temas complejos como la perspectiva de género, la mediación o el acceso a justicia. Aunque aún se trata de experiencias puntuales, el interés por combinar derecho y gamificación parece ir en aumento.
Riesgos y límites
Como toda herramienta, la gamificación también implica riesgos. El principal, quizás, es perder de vista el objetivo y caer en la forma sin contenido: juegos vacíos, sin impacto real, o peor aún, con mensajes que trivializan el conflicto jurídico. Otro riesgo es la excesiva dependencia del estímulo externo (puntos, rankings, recompensas), lo que puede erosionar la motivación intrínseca del profesional.