18 de Abril de 2024
Edición 6948 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 19/04/2024

¿Por qué hablar de lenguaje inclusivo se vincula a la violencia?

Hay errónea asimilación de conceptos como la igualdad y no discriminación, cuando se exige la utilización del llamado lenguaje inclusivo; quien no cumple ello o piensa diferente, es acusado con diversos adjetivos. En el ámbito del derecho ha desembarcado, para estar a tono o quedar bien con confusa idea que eso es igualdad y no exclusión.

Por:
Felicitas Maiztegui Marcó
Por:
Felicitas Maiztegui Marcó

“Defiende tu derecho a pensar, porque pensar incluso de manera errónea es mejor que no pensar” Hipatía de Alejandría

 

La Academia Nacional de Educación emitió un comunicado, el día 7 de junio del año próximo pasado, en relación al empleo del lenguaje inclusivo; en apoyo a la Academia Argentina de Letras, en el sentido que “no deben forzarse las estructuras lingüísticas del español para que se conviertan en espejo de una ideología, pues la gramática española que estudiamos no coarta la libertad de expresarnos o de interpretar lo que expresan los demás. Lo afirmamos con la convicción de que una lengua que interrelaciona nunca excluye”. Se citó como ejemplo, los criterios expuestos sobre el punto, por el Ministerio de Educación de Francia, quien sostiene que la estructura inclusiva, “es perjudicial para la práctica y la inteligibilidad de la lengua…a la vez que su complejidad e inestabilidad constituyen obstáculos tanto para la adquisición del lenguaje como para la lectura”.

El tema no pierde vigencia. El lenguaje español no es excluyente o inclusivo, es comprensivo de todo ser humano, así de simple. En el diccionario panahispánico de dudas se consideran las fonográficas (ortografía), morfológicas (plurales, femenino y formas derivadas); de morfología (conjugación), sintácticas (sobre construcción y régimen de concordancias, uso de locuciones) y las lexicosemánticas (examinan y corrigen impropiedades léxicas y orienta sobre extranjerismos o neologismos).                                  

El llamado lenguaje inclusivo es un neologismo que tiene dos aspectos diferenciados y se usa alternado o combinando palabras y da nacimiento a un nuevo lenguaje. Por un lado, agrega palabras sobreabundantes omitiendo el plural, que es masculino o femenino, cuyo impacto se trasluce en que se aumenta el tiempo de habla y la cantidad de palabras en la redacción de los textos, que el idioma español decidió implementar precisamente, a modo de simplificar lo que siglos y siglos atrás fue tema de estudio, fundamentación y decisión de los estudiosos y doctos de la lengua española.

 

Hay sentencias, comunicaciones judiciales, conferencias, cursos, actualizaciones y facultades de derecho, que embanderan esta modalidad de expresarse haciendo más compleja las narración -más extensa y tediosa utilizando: “los y las y todo es replicado en femenino, masculino y a veces con la letra “e”- entendiendo que ello es ser inclusivo, justo, equitativo, igualitario e incluso es aplicar derecho; topándose si se quiere, con el paradigma de “lenguaje claro, ameno, simple y concreto” que es necesario practicar.

           

Hay sentencias, comunicaciones judiciales, conferencias, cursos, actualizaciones y facultades de derecho, que embanderan esta modalidad de expresarse haciendo mas compleja las narración -mas extensa y tediosa utilizando: “los y las y todo es replicado en femenino, masculino y a veces con la letra “e”- entendiendo que ello es ser inclusivo, justo, equitativo, igualitario e incluso es aplicar derecho; topándose si se quiere, con el paradigma de “lenguaje claro, ameno, simple y concreto” que es necesario practicar.

Por otro lado, se agrega según guste, la letra “E”, “X” o el signo “@” (valga aclarar no es una letra y por tanto, inventa una palabra que hay que interpretar, que es respecto de un todo indefinido). A raíz de ello, se escribe y se habla del siguiente modo: los chicos y las chicas, los y las chicos y chicas; los chiques; las chiques, les chiques; los abogados y las abogadas, las, los o les abogades, el abogado y la abogada, el juez y la jueza, les jueces, los jueces, y las juezas, los argentinos, el argentino y la argentina, las argentinas, les argentines el trabajador y la trabajadora, les trabajadores, los y las trabajadores, los trabajadores, las trabajadoras, el acusado, el acusade, les acusades, etc. 

La práctica se instala por la concepción que, de no hacerlo, es excluir a aquellas personas que no se sienten ni varón ni mujer o se sienten de diferente modo en algún tiempo, o no quieren ser ni mujer ni varón o serlo al mismo tiempo, o no identificarse ni con varón o mujer en forma temporal o definitiva, entre otros.

De allí entonces que, como lo viene imponiendo la UNESCO hace años, como diferentes organizaciones de corte ideológico “no sexista”, afirman que el lenguaje español es sexista y que ello hay que eliminarlo ya que entienden que hay una construcción cultural y psicológica que determina qué es cada uno (mujer o varón), soslayando y desconociendo lo biológico. Como consecuencia de esto último, se han creado categorías, por decirlo de algún modo, de seres humanos que se perciben como tienen ganas, entonces se debe modificar el idioma español, porque perciben que el plural masculino, por ejemplo,  -que no sólo puede  significar  femenino y/o masculino -los discrimina y excluye de la sociedad-. No se trata de focalizar en ello ni de juzgarlo.

De lo que sí se trata, es que es necesario el respeto mutuo, entre varones y mujeres, entre los seres humanos, tanto en derechos y obligaciones. Más, la sed de impostar un cambio en la lengua española por la sexualidad o una ideología, desborda en  la violencia que se abre -por parte de quienes así lo piensan contra los que disienten esa  mirada-.

Así también, luce la  errónea asimilación de conceptos como la igualdad y no discriminación cuando se exige la utilización del llamado lenguaje inclusivo; como contrapartida, quien no cumple con ello o piensa diferente, es acusado por explicar que el lenguaje español contiene y comprende a todo ser humano.

Lo cierto es que se busca neutralizar el destinatario, en el sentido de no referenciar si es mujer, varón, binario o vaya a saber que más -dicho con todo respeto- y en otros casos, no excluir utilizando “las y los”  y “en femenino y masculino” y/o “con la letra “E”. Esas nuevas palabras -las inventadas con la letra “E” o “@”- tienen el significado según quienes desean que así se imponga, pues no está admitido por nuestra lengua española -oficialmente- y se nos aclara que debe ser así, porque eso es incluir sino, se excluye. No se excluye a nadie en verdad, salvo que nos llamemos a engaño, es una sensación o sentimiento que autoperciben los que enarbolan su libertad sexual para justificar que la lengua española es sexista.

La pregunta cabe: ¿por qué?, la respuesta parece ser: porque así es, y eso significa “la inclusión”. Pensar, razonar y aplicar la lengua española es ser objeto de ataques, críticas, ser acusado de persona violenta, anti democrática, excluyente, nazi, gorila, de derecha, entre otros rótulos. Sin embargo, ello parece ser democrático y nada violento.

 

Uno no escribe para uno mismo sino, para ese otro ser humano, nuestro idioma no excluye. Seguimos en muchos casos, con leyes que terminan siendo utópicas, porque no se eliminan las barreras de acceso edilicio hacia el Poder Judicial y cualquier dependencia que se trate, sin embargo, se adoptan “modas de lenguaje para ser aceptados” y a eso le llaman inclusión. 


¿Qué nos está pasando que referirnos a esta implosión a la que se llama “lenguaje inclusivo” que atraviesa sectores, trabajos, ambientes, oficios, profesiones, la escuela, la universidad, la educación, sólo hace que los ciudadanos nos dividamos en buenos y malos, en zurdos o de derecha, en tolerantes o déspotas? Esto es lo que instala esa opresión, esas ideas exigidas para “ganar la partida” en la que la sociedad en general, no fue invitada para estar en el juego. Es más, el denodado esfuerzo por ser el centro de miradas y opinión para torcer el rumbo al objetivo previsto, está en su imaginario colectivo, pues la sociedad no lo ve así y necesita paz, armonía, soluciones a los problemas económicos graves que estamos atravesando y sobre todo, que nos complementemos entre hombres y mujeres, no se quiere mas división ni exclusión.

No se excluye a las personas que piensan distinto por su orientación sexual, el discurso de esa afirmación es eso, una verbalización como parte de la conquista. “¿Maestro, por qué la gente intenta buscar enemigos donde no los hay?- La gente tiene muchos traumas y siempre busca a alguien a quien poder culpar, con tal de no adentrarse a su alma y empezar a sanar” -Arnau de Tera-.

Uno no escribe para uno mismo sino, para ese otro ser humano, nuestro idioma no excluye. Seguimos en muchos casos, con leyes que terminan siendo utópicas, porque no se eliminan las barreras de acceso edilicio hacia el Poder Judicial y cualquier dependencia que se trate, sin embargo, se adoptan “modas de lenguaje para ser aceptados” y a eso le llaman inclusión. 

La intolerancia, es de aquellos seres humanos que pretenden imponer lo que ellos quieren sin respetar a la mayoría, las instituciones, las autoridades, los legitimados, los estudiosos, científicos y habilitados en diferentes campos del conocimiento humano, como es la Real Academia Española, la Academia Argentina de Letras; etc..

No menos cierto es, que las ideas que preceden desembarcaron también en el  lenguaje judicial utilizando los ejemplos vistos, como nueva modalidad de “inclusión”. En mi modesta opinión, lo inclusivo atraviesa el concepto de agregar, oír, entender, comprender, mirar al otro, visualizarlo como ser humano, actitud que se debe reflejar también, en el modo de hablar y expresarnos, en redactar decisiones simples, sin expresiones latinas ni frases extranjeras sin traducir, sólo quizá entendibles hoy día, para una minoría o para el autor (tema ya abordado en otros artículos).         

Hay que incluir al que tiene alguna diferencia o situación de vulnerabilidad tal, que le impida o dificulte acceder a lo que la generalidad de los hombres sí pueden. Decidir ver para adentro cómo y qué “comunicamos” en tiempo útil, si el contenido del texto es comprendido, cómo es su extensión, qué palabras usamos, el tiempo verbal, qué sinónimos entendibles, eliminar usos y costumbres “judiciales” (encartado, autos, causa, pupilo o ahijado procesal, encausado, incidentista, carátula, etc.), para hacer visible que nuestro trabajo es un servicio, es para ese otro, el ciudadano, que tiene ese derecho a entender de qué estamos hablando y decidiendo y por qué es de una u otra forma, qué sucede si se cumple una ley, qué consecuencias tiene no cumplir.

La simpleza y riqueza del lenguaje español posibilita la síntesis, la inclusión y la sencillez para que en forma clara, concreta y en breves palabras emitamos una idea y sea de fácil acceso al destinatario por su comprensión. La inclusión por tanto, refiere a grupos vulnerables que tienen capacidades diferentes: visual, auditiva, de idioma, física, por edad avanzada, y ver porqué no, si se debe eliminar el modo de expresarse en papel totalmente, ya que desde la virtualidad hay que pensar la comunicación en clave “digital inclusiva” y no siempre se incluye con los avances tecnológicos a esos sectores.  


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lenguaje inclusivo

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