AL COLÓN. Imperdible velada operística en el primer teatro lírico argentino, organizada por la Fundación Amigos de la DAIA, siempre bien coordinada por la exultante Silvia Tulipán. Exquisita puesta de la ópera Lucia de Lammermoor, con un entreacto acorde al evento donde knishes con champagne mediante, se cruzaron influyentes integrantes de la comunidad judía con los embajadores de Alemania, Austria, Israel y Estados Unidos, entre otros. A Don Lino y señora se los veía encantados, es que la soprano, en el protagónico de Lucía, no era otra que su connacional Leah Partridge, que recibió una memorable ovación de un público exigente que supo valorar su talento. A tal punto que uno de los invitados bromeó con el diplomático sobre la posibilidad de que ya que a Ginóbili no lo van a dejar volver de USA, compensar su falta en estas Pampas con un intercambio por tan buena representante lírica del país del norte. Si bien parte del comentario se lo llevó el despliegue escénico del bell canto salido del genio de Gaetano Donizetti, muchas opiniones político-judiciales no dejaron de estar presentes en el convite. Es que el juicio de Galeano –con sus atípicas funciones de feriados y fines de semana, y su sobreactuada severidad para con los testigos de la defensa- y la irrupción del Gran Rabino de Israel en la escena nacional, no son datos menores en un encuentro en donde hay altas personalidades con intereses directos en esas cuestiones. Si bien los pensamientos terrenales del Rab Yona Metzger estaban centrados en el disgusto por la pérdida de su equipaje en el vuelo que lo trajo desde Bogotá a Buenos Aires, el religioso no se privó de opinar sobre la absolución por parte del Tribunal Oral de los acusados como partícipes necesarios del atentado a la AMIA. Una personalidad que no tiene miedo de quedar mal con nadie, porque viene de afuera, y que hace un análisis ajeno de la especulación política, tan común entre nosotros, sólo expresó lo obvio, pero que nadie se animó a decir con todas las letras: su profundo asombro y malestar por la liberación de todos los acusados de integrar la denominada “conexión local” del atentado ocurrido el 18 de julio de 1994. Pensar que a Chabán le hacen la vida imposible por una excarcelación de un proceso que todavía sigue en marcha, y a estos muchachos que hicieron del delito su ritmo habitual de vida, ahora el sistema los erige como víctimas a indemnizar, comentaba una conocida abogada siguiendo la lógica del rabino. Sin querer, este clima enrededor de la causa AMIA, hace recién ahora pensar a la dirigencia judía de que tal vez ha llegado demasiado lejos en su acompañamiento silencioso en los reveses de sus intereses judiciales. Incluso la misma figura de Rubén Beraja, alguien a quien hoy nadie de ellos defendería en público, puso una luz roja de alerta desde el punto de vista jurídico. Es que luego de interiorizarse del fallo que le denegó la que se consideraba una casi segura excarcelación, advirtieron que un miembro de la Casación mutó una postura procesal que venía sosteniendo en los últimos tiempos para bloquearle la salida al ex banquero. A nadie de los actuales miembros de la DAIA, salvo excepciones, le pesa la no salida de Beraja, pero en esa secuencia de datos judiciales cayeron triste y silenciosamente en la cuenta de que a la comunidad judía argentina es demasiado fácil tocarle el tujes.
REAL SEX. Muchos se escandalizan de cómo se pueden robar cuatro cajas de seguridad de la fortaleza del Banco Nación cuando están a metros de la Casa Rosada y a pasos de la SIDE. A todas luces, el de la ubicación, es un argumento efectista que sólo sirve para escandalizar a Doña Rosa, porque la bóveda de un banco da lo mismo que esté a metros de la Plaza de Mayo, o a la vuelta de la casa de Maradona. Imagínense entonces si de ubicación geográfica se trata, el escándalo que se generará cuando de boca en boca se transmita que hubo sexo explícito en las castas entrañas del mismísimo Palacio de Tribunales.
No está claro el lugar. Algunos rumores dicen que fue en la planta baja, donde se encuentra la sucursal del Banco Ciudad, aunque otros aseguran que el episodio sucedió en el tercer piso, donde funcionan los juzgados penales. Versiones más politizadas se inclinan por señalar el cuarto piso donde tiene asiento la propia Corte Suprema. Los protagonistas son dos hombres y una mujer que fueron sorprendidos por un policía que estaba de guardia, en una situación por demás comprometida. Los muchachos habrían convencido a la dama de realizarles sexo oral en el pasillo, pero seguramente no esperaban ser sorprendidos en esa poco elegante situación por el custodio del orden. Lo más grave de todo es que ambos caballeros son miembros del Poder Judicial y que a raíz de esta situación se les inició un sumario administrativo que podría poner en juego su puesto. La mujer no tiene problemas. Es una profesional, pero no de las que tienen matrícula ante el Colegio Público, sino una representante de la siempre bien ponderada profesión más antigua. Lo interesante es que en los pasillos de tribunales dicen que no es la primera vez que se la ve por estos pagos. Parece que la chica tiene cierta atracción por los judiciales, y éstos cierta atracción por el juicio oral.