02 de May de 2024
Edición 6957 ISSN 1667-8486
Próxima Actualización: 03/05/2024

In Voce

 
REAL MALICIA. Es el tema que agitó la actual futura ministra de la Corte, Carmen Argibay. Desmintiendo sin esfuerzo una vez más que sea la representante del sexo débil en el máximo tribunal, se animó a cantarle las cuarenta a La Nación, blandiendo la carta de la doctrina de la real malicia. Es que el matutino de Bartolomé Mitre marcó su línea editorial con un voto de censura contra la jurista por lo que consideraba una injustificada dilación para asumir su cargo. Este “toma y daca” es casi un aviso para los medios ante los cuales Argibay prefiere mostrarse como nada dócil y dispuesta en caso necesario a esgrimir esa jurisprudencia acuñada por el mismo tribunal que ella integrará desde febrero. Lo novedoso de esto, entre otros aspectos, es que al contrario de la corriente tradicional y conservadora que siempre ha regido al karma judicial, Argibay sale a contestar al toque y sin pelos en la lengua. A muchos les interesan los jueces callados, porque así son presa más fácil de zarandear. Con el axioma de que los magistrados deben guardar decoro, si salen a defenderse, la ligan porque sólo deben hablar por sus fallos, y si se quedan callados, también las pagan, porque como todos sabemos, el que calla otorga. Como si los diputados, senadores, presidentes, periodistas y demás actores de la realidad nacional, no debieran ser decorosos. Así hay unos cuantos casos de zarandeos mediático-políticos que desarrollando críticas que luego crecen a modo de bola de nieve, cuando al juez le llega el turno de defenderse ante el un juicio político, por más que tenga argumentos brillantes y poderosas razones, ya está subido al tobogán enjabonado. No resulta ya extraño en medio de la pulseada de ciertos sectores con Argibay, que ella haya escogido a Diariojudicial.com para hacer oír su voz con la comprobada esperanza de que sus páginas reflejaran con exactitud sus dichos. Por supuesto, sólo nuestros más avezados lectores se dieron cuenta que los ríos de tinta que fluyeron en estos días sobre la asunción de la polémica ministra en febrero, tuvieron su origen en nuestro diario. Ningún medio fue tan macho para reconocerlo (lo lamentamos por ellos), pero ya a esta altura estamos acostumbrados.

NO HAY PEOR ASTILLA QUE LA DEL MISMO PALO. Así lo habrá comprobado el abogado Diego May Zubiría llevado a juicio político en su carácter integrante del Consejo de la Magistratura de la ciudad de Buenos Aires. Comparte el ingrato banquillo con María Magdalena Iráizos, María Celia Marsili, Carlos Rosenfeld, Bettina Castorino y Juan De Stéfano quienes están cuestionados por los elevados sueldos que cobran por sus funciones y por la desproporcionada planta de personal que ostenta el Consejo, entre otros reproches. Abogado del foro porteño, que ha dedicado los últimos años de su actividad a ser un dirigente profesional representando a la abogacía metropolitana en el Colegio Público, en el Consejo de la Magistratura de la Nación y actualmente en el de la ciudad de Buenos Aires, al hombre se lo ha visto sumamente contrariado por este sofocón. Ni siquiera el apoyo que le brindó la dirigencia de la AABA, que recién ahora parece haber descubierto que acusaciones como ésta están motorizadas por designios políticos, le sirven de consuelo. Integrante de la primer ofensiva del Consejo nacional: la inolvidable delantera Garrote-Gersenobitz-May Zubiría, que tuvo la responsabilidad fundacional de marcar tendencias; el abogado se destacó por su afilada beligerancia con destellos mediáticos. Es que en la era de la información las acusaciones y denuncias son siempre buena mercadería para un público ávido de sangre y desgracias ajenas. Por eso, una de las tareas pendientes del Consejo sigue siendo la de establecer reglas más serias, atento a la delicadeza de las cuestiones que allí se discuten, en vez de jugar a la política. Porque la sensación de falsa impunidad cuando hay acusaciones que no prosperan, o de los pálpitos sobre muertes anunciadas que muchas veces se huelen, acarrean un desgaste innecesario en la credibilidad y confianza de estos organismos. Ahora May Zubiría aparece en medio de los títulos catástrofe de los diarios en un supuesto affaire que bajo la formal denominación de “mal desempeño” lo va a tener como protagonista de un juicio político junto a varios de sus pares. Es muy probable, que el abogado no tenga responsabilidad en los hechos que se le endilgan –ni siquiera se trata de comisión de delitos-, de lo que sí es culpable es en haber incentivado una metodología que hoy puede devorarlo sin que poco y nada pueda hacer de su parte para evitarlo. La trilogía medios, justicia y política es una troika demasiado poderosa como para que sea tomada a la ligera.

NEW AND OLD BOYS. Aunque los jueces federales que tienen sus despachos en los tribunales de Comodoro Py pertenezcan a un mismo fuero, y manejen causas generalmente con interés mediático, la relación que mantienen con los medios, y con los periodistas, es muy distinta si se analiza caso por caso. A Algunos de esos jueces les encantan las cámaras y los grabadores, o al menos tienen un buen trato con los medios. Pero los nuevos prefieren escudarse en el bajo perfil y casi no se les conoce la cara ni todavía asomaron su cabeza a las fauces del gran público. Es que esos colmillos, no son para cualquiera, se requiere oficio de domador y reflejos atentos. De los cuatro jueces del fuero que acaban de asumir, hay uno que ya decidió jugar en el bando de los silenciosos, y les hizo saber su decisión a los periodistas que frecuentan los tribunales apenas asumió. Veremos cuánto le dura el voto de silencio. Otro, el más joven, marcó tanto la cancha que hasta un colega bastante mayor que él, aunque está hecho un pibe, lo empezó a tratar de usted. El tercero, que recién en estos días pudo hacer uso de su despacho, ya que decidió, como muchos jueces, poner plata de su bolsillo para pintar y hacer algunas refacciones, eligió una vía intermedia. A pesar del “bajo perfil”, este juez que tiene a su cargo varias causas de enriquecimiento ilícito contra funcionarios del actual gobierno y de los anteriores, conoce perfectamente qué dicen de él cada uno de los medios. ¿Por qué? Muy sencillo: su esposa, especialista en las lides comunicacionales del ámbito del derecho, se dedica a juntar los recortes de los diarios en los cuales ya se lo menciona, aunque el prefiera lo contrario, siendo luego materia de análisis conyugal. La mujer, licenciada en ciencias de la comunicación, ya conocía el trabajo. Su marido, por lo pronto, empezó a descubrir los bemoles de ser un juez federal. “Me molesta que por informar, a veces se diga cualquier cosa”, dijo en una reunión de trabajo. Además, en ese mismo meeting se quejó porque sus propios colegas hablan de él sin su permiso.



dju / dju
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