A diferencia de la jueza argentina María Servini de Cubría que se apresta a viajar a Santiago de Chile para indagar a dos conspicuos generales de la DINA -servicio secreto de Pinochet acusado de múltiples crimenes contra militantes de izquierda que comabatieron contra Pinochet- el ministro del Interior inglés, Jack Straw, no sería partidario de sacar una resolución ahora.
Los abogados de Pinochet y el propio gobierno chileno han pedido a Londres que libere al ex presidente de facto a quien el juez Baltazar Garzón quiere enjuiciar en España. Pero definir la situación del ex dictador antes de que termine el proceso electoral chileno, puede significar una complicación mayor para Frei y para el candidato de la coalición oficialista, Ricardo Lagos quien no pudo superar -existe empate técnico- al candidato de la derecha, Joaquin Lavin, quien ha levantado con éxito las banderas defendidas por el régimen militar.
Liberarlo, podía auyentar -aún más -al sector de la clase media trasandina ya demasiado sensibilizada por la recesión económica que afecta a ese país.
Según el influyente diario "El Mercurio" que suele reflejar los puntos de vista del empresariado y el militarismo chileno, Straw estaría retrasando la concreción de los exámenes médicos solicitados para estudiar su liberación. La detención del ex presidente fue utilizada en la campaña electoral por Lavín mientras que los organismos de los Derechos Humanos y familiares de las víctimas de la represión le reprocharon ácidamente al gobierno sus intentos de no entregar a Pinochet al juez Garzón.
Pero Frei, primero y Lagos, ahora, se vieron encerrados en un corset de hierro: entregar a Pinochet significaba enfrentarse directamente al poder militar y a los fuertes grupos económicos que aún respaldan al viejo general en momentos en que la economía hace agua. Por otro lado, el socialismo internacional -corriente a la que pertenece Lagos- se opone a los intentos de Garzón por dos cuestiones fundamentales: la primera por las consecuencias irreparables en las relaciones diplomáticas con los paises iberoamericanos que sufrieron dictaduras militares pero dictaron leyes de amnistía para cerrar una oscura época; la segunda por cuestiones de menor jerarquía, la profunda irritación que Garzón le inspira a Felipe Gonzalez, uno de los dirigentes de mayor peso de la Internacional Socialista.